miércoles, 7 de septiembre de 2011

A título de disculpas:

He estado ocupado con la escuela. La verdad no tanto, fue más una ligera sensación de ausencia de motivos. Más conciso: Estuve de huevas. Pero en ese estado de la mas profunda flojera me encontré con un texto que había escrito hace ya casi 3 años. Lo empecé porque quería hacer un blog, pero como que no se dio. A ver si en esta ocasión tiene un poco mas de éxito.

Me disculparé antes de que el lector se de cuenta de la total falta de calidad y autocrítica en el texto, fue de las primeras cosas que escribí y no es porque mi forma de redactar haya mejorado, pero no estaba muy buena en ese momento.

Lo que me motiva a volverlo a exhibir es la extraña sensación de que estoy viviendo lo que mi personaje, Mateo, vivió en lo poco que escribí. Algo así como una proyección, pero al contrario, del texto a la vida real.

Sin más cosas que agregar (porque siempre fastidian tantas excusas) pongo abajo el inicio de lo que escribí en ese momento. Ojalá, con un poco de contrariedades, lo disfruten:


La noche en el hotel fue particularmente recordable. Entre gemidos, golpes, una cama acartonada y dos disparos en la madrugada, Mateo pasó una noche larga, planeando lo que haría cuando tuviera el mundo a sus pies, cuando su imagen fuera conocida y su trato con la gente fuera algo más interesante que comprar un café o un par de pantalones.
-que hotel esperabas con tan poco dinero la noche- se decía a sí mismo Mateo- no está todo mal, esta terraza llena de escombros es perfecta para descansar y sentirse a gusto en esta mañana con sol- y Mateo se puso a leer un pequeño libro que acostumbraba traer en el bolsillo izquierdo.
Cuando estaba en un capítulo lo suficientemente bien escrito como para que Mateo se perdiera en el momento, salió de uno de los cuartos que si tenían puerta, una mujer que detrás de unos lentes de sol escondía unos ojos llorosos, una buena cantidad de delirante y novelesco pasado y una tristeza momentánea que se iba cuando ella estaba acompañada. Era una mujer con el estilo por las que Mateo deliraba, moría y se enamoraba, pero al estar tan distraído de lo que conscientemente realmente le importa, dejó pasarla y sin siquiera notar su existir mutuo y contrario siguieron viviendolo. Fue cuando Mateo recordó que también sentía hambre, bajó a la recepción y pregunto por un local cercano. Mateo sentía mucha hambre la última semana y no reflexionaba en eso, pues para Mateo el hambre era solo algo muy básico, una barrera para poder vivir. 

El caminar de Mateo era, de toda la vida, particularmente melancólico, listo en todo momento para una de esas fotografías en blanco y negro en alta resolución, o especial para pensar un poco en la desgracia personal. Mateo gustaba de atravesar parques pues le parecían menos infestados de vendedores y eran el paraíso de vagos y drogadictos, primos nocturnos de Mateo. Fue así que Mateo llego al pequeño comedor que le habían mencionado, le agrado su barra ya casi inexistente en las ciudades fast food, y tranquilamente se dejo envolver por el ambiente mas agradable en la mañana de un sábado, de esos pocos que huelen a chocolate y descanso sin aburrimiento, un olor que prometía un buen día lleno.
Mateo pidió una malteada y unos huevos fritos, disfrutando  los ojos sobre la mesera de negro pelo, dueña de una sonrisa encantadora, una voz endulzante, unos labios rojos tan imposibles, eternos, divinos… – ¡¿ ...y su café lo quiere con leche?!- si señorita mía, con leche y poca azúcar, gracias- y Mateo sonrió con una sonrisa estúpida, tan común cuando intentaba disimular su pena al ser descubierto.


1 comentario:

  1. me pique con la historiaaaaa sobre mateo pero no supes màs

    buen escrito primito t quiero

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